En mi última entrada os contaba cómo fue nuestra ascensión a la Gran Diagonal de Peña Telera y cómo tras una lentísima escalada y tras varias tomas de decisiones erróneas se nos echó la noche encima. En esta os contaré como improvisamos un vivac de fortuna, como pasamos la noche y el rescate por la mañana por parte del EREIM de Panticosa.
Como os decía en la anterior entrada, cuando nos encontrábamos en el collado de Telera, después de haber intentado descender por la vertiente sur, constatar que no podíamos y volver al mismo collado, emprendimos un flanqueo de la montaña en dirección a los rápeles de la Y, aún a sabiendas de que esa noche no los podríamos descender.
A unos 100 metros aproximadamente del mencionado collado ví una enorme roca que ofrecía un magnífico techado y en consecuencia una relativa protección frente a los elementos. Desde que la vi tuve claro que ese era el lugar donde pasaríamos la noche y así se lo dije a mi compañero Lidón, que aunque al principio parecía un poco reacio, poco después entendió que esa era nuestra mejor opción. La noche ya se había echado sobre nosotros, nevaba y soplaba un viento intenso con rachas muy fuertes. Después de una serie de opciones desafortunadas cabía pensar que esta también lo sería, pero en realidad no teníamos alternativa.
Recuerdo que mire a Lidón a los ojos, y le dije:
–Aunque creo que esto es lo mejor que podemos hacer ahora mismo, va a ser una noche muy dura y tenemos que dar lo mejor de nosotros mismos.
Realmente no hacía falta que se lo dijera, pues él ya lo sabia, pero verbalizarlo sirvió para tomar conciencia de nuestra situación.
Lo primero que hicimos fue llamar al 112 para que nos pusieran en contacto con la Guardia Civil de montaña y comunicar nuestro estado. Les expliqué lo que había sucedido y les dije que nos encontrábamos bien, aunque mi compañero llevaba un rato diciéndome que veía muy nublado. Supongo que las fuertes rachas de viento que nos azotaban desde por la mañana y que nos arrojaban copos de nieve a la cara que inevitablemente, y a pesar de las gafas, nos habían golpeado en los ojos eran las culpables. De hecho, en este último flanqueo Lidón me pidió por favor que no me alejará de él pues no veía bien y temía perderme en la niebla.
Hablé con los servicios de emergencia tratando de mostrarme lo más positivo posible para que estuvieran tranquilos, y les pedí que informaran al refugio de Telera de que estábamos bien. Al fin y al cabo José Joaquín y los guardas esperaban nuestra llegada y probablemente ya estarían preocupados. El guardia civil con el que hablé nos dió suerte y un par de consejos que no por sabidos dejaron de ser bienvenidos. Básicamente nos instó a no dormir, ya que si lo haces bajan las constantes vitales y las posibilidades de padecer una hipotermia o congelaciones aumenten. Por último me dijo que llamara a primera hora de la mañana para informar de cómo habíamos pasado la noche y como nos encontrábamos para evaluar una posible evacuación en helicóptero.
Cuando colgué eran las 19:30h, había -10ºC, una fuerte ventisca y se presentaba por delante una larga noche. Nos quitamos los arneses, organizamos el material y sacamos de nuestras mochilas toda la ropa que llevábamos y que básicamente se reducía a un plumas ligero por cabeza. ¡Cómo me alegré de haberlo echado justo antes de salir!
Después de ordenarlo todo y con los plumíferos puestos le dije a Lidón de hacer una pared con bloques de nieve con un doble objetivo. Por una parte mantenernos activos y en consecuencia con calor durante varias horas y por otra dejar lo más protegido posible el lugar donde pasaríamos la noche. Lidón me miró sorprendido y me dijo que nunca antes había hecho un iglú.
–Yo tampoco, pero no tenemos alternativa– le dije.
En realidad en una ocasión había hecho un pequeño muro de nieve con Poli y Buitre, cuando pasábamos la noche en el refugio del Peñón Colorado en Sierra Nevada, pero aquello no pasó de un juego y aunque lo pasamos bien no aprendimos gran cosa.
Propuse un concurso para ver quién hacía más y mejores bloques de nieve con la intención de motivarnos un poco. Aunque empecé haciendo un primer bloque del que me sentí muy orgulloso, fue Lidón, que al principio se había mostrado escéptico, quien ganó por goleada. Cogió un magnífica técnica y los hacía como rosquillas.
Conseguimos hacer un buen muro que tenía casi dos metros de alto (por muy poco no llegaba a la roca que hacía de techado) y a la una de la madrugada dimos por terminada la construcción y procedimos a preparar el habitáculo para aislarlo lo más posible. Abajo del todo pusimos las cuerdas para que nos sirvieran de aislante e intentamos meter los pies en las mochilas para protegerlos, pero al ser de ataque eran demasiado pequeñas y no nos cabían, así que las pusimos junto a las paredes. Nos metimos en nuestro refugio cuando la ventisca empezaba a amainar y el cielo se despejaba, lo que hizo que las temperaturas cayeran. Nos acurrucamos y nos protegimos con las mantas de emergencia y así comenzó lo más duro de la noche.
Muy cómodos no estábamos, tampoco lo esperábamos. Conversamos durante toda la noche aunque a ratos el que escuchaba se quedaba dormido y al que hablaba le tocaba despertarlo. Esto nos ocurrió a ambos en varias ocasiones. Cada hora nos levantábamos y hacíamos ejercicios, cado uno el que le parecía. Yo caminaba y movía los brazos realizando amplios círculos, no me fijé en que hacía mi compañero. Después volvíamos a nuestro habitáculo cambiando el lugar por el del compañero, como si el otro tuviera alguna ventaja respecto del que habíamos ocupado. Nuestro habitaculo era pequeño y de vez en cuando golpeabamos las paredes haciendo caer los ladrillos de arriba pero no los volvíamos a colocar hasta que nos levantábamos para movernos.
Entre la charla y los ejercicios por fin llegaron las 6 de la mañana. Fue el momento de la noche en que más nos costó salir a hacer los ejercicios programados. El cielo se había despejado por completo, no soplaba nada de viento y la temperatura había bajado hasta los -14ºC. Sin embargo nuestra moral estaba muy alta. Solo faltaba una hora para llamar nuevamente al 112. El sol pronto comenzaría a calentar y sentíamos que prácticamente habíamos superado la prueba.
Salimos a ejercitarnos sabiendo que la próxima vez que lo hiciéramos sería para empezar a recoger todo el material y ponernos en marcha. Durante esa última hora hablamos de la pereza que nos daba volver por nuestros propios medios hasta el refugio y de que ojalá nos bajaran en helicóptero.
Por fin llegaron las 7:00h y llamamos nuevamente al 112, nos pasaron con el EREIM de Panticosa quienes nos confirmaron que vendrían a por nosotros con el helicóptero ¡vaya subidón nos dió! Quedamos con ellos en el collado de Telera a las 8:30h.
Así pues recogimos y nos pusimos en marcha y aunque creíamos que nos encontrábamos bien, los 100 metros que separan el collado de Telera de donde estábamos y que la noche anterior habíamos recorrido en menos de 5 minutos, nos llevó hacerlos algo más de media hora y fue entonces cuando me di cuenta que la noche había pasado factura.
En el collado el tiempo era magnífico y la temperatura empezaba a subir (-5ºC cuando nos recogieron), así que la larga espera (al final se retrasaron un par de horas por otro rescate) no fue mala, aunque parecía que nunca llegarían. Por fin a las 10:30h vimos aparecer el helicóptero, se posó en el collado y siguiendo las instrucciones de los agentes subimos. Tuvimos la inmensa suerte de dar una pequeña vuelta por toda la Sierra de la Partacúa y nos enseñaron los distintos corredores, entre otros el que habíamos ascendido el día anterior. Había varias cordadas escalando.
Poco después aterrizamos en Panticosa. Nos dieron un poco de té caliente y tras algunas preguntas sobre lo sucedido y ver al médico para constatar que nos encontrábamos bien, nos llevaron al lugar donde estaba nuestro vehículo aparcado. Allí mismo estaba José Joaquín que llevaba un rato por la zona tras escuchar el helicóptero. Nos despedimos de los rescatadores, que tan amables habían sido con nosotros y tan bien nos habían tratado, y fuimos al refugio a comer algo ya que no lo hacíamos en condiciones desde la cena del viernes y de eso hacía ya unas 40 horas.
Allí contamos nuestra recién vivida aventura a Daniel (guarda del refugio) y José Joaquín mientras disfrutábamos de las necesitadas viandas.
No fue hasta el viaje de vuelta a Alicante, y ya llegando al final, que Lidón comentó que le molestaban los pies. Se quitó los calcetines y los tenía hinchados y amoratados. Le recomendamos que fuera a urgencias y allí le dijeron que tenía quemaduras de segundo grado por congelación. Tras algo menos de un mes de recuperación ya está al 100% y este pasado fin de semana ha vuelto a Pirineos, así que esta aventura no ha pasado de un susto. En cuanto a su vista, la tenía prácticamente recuperada cuando llegabamos a Alicante.
Quiero terminar esta entrada agradeciendo a todo el GREIM la excelente labor que desempeñan y en particular al EREIM de Panticosa por lo bien que nos trataron. ¡Muchas gracias!
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Resumen de la actividad
Entorno y medio | |
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Pirineo aragonés | |
Sierra de la Partacua | |
Actividad con vivac |