Conocido como Txindoki por la borda que hay a sus pies, o Cervino vasco por su imponente perfil parecido al coloso de los Alpes, el Larrunarri, su verdadero topónimo, es para los mendizales guipuzcoanos, por situación geográfica, morfología y atractivo visual, uno de los montes más emblemáticos del territorio. Tiene 1.346 metros y se encuentra en la sierra de Aralar, macizo que comparten Gipuzkoa y Navarra.
Aprovecho que estoy pasando las vacaciones de Navidad en Irún para conocer el Txindoki, uno de los montes más emblemáticos de Euskal Herria.
Inicialmente venía solo, pero tras hablar con mis primos se animan Siso, Ibai, Antxon y Eloy. Con el resto comeremos en Hondarribia a las 14:30h, así que, para ir con tiempo suficiente, comenzamos a caminar antes de que salga el sol.
Txindoki – Larrunarri
El Txindoki se encuentra en el Parque Natural de Aralar, una gran meseta caliza emergida del mar hace 50 millones de años y horadada por multitud de simas, cuevas y ríos subterráneos. Su belleza, variedad y singularidad botánica, así como los monumentos megalíticos que la pueblan, la han hecho merecedora de la figura de protección que tiene desde 1994.
Existen dos rutas normales para subir a su cumbre, una por la vertiente oeste que pasa por Oria Iturri (fuente de Oria), y otra por la este que cruza la cascada de Muitze. Ambas parten de la ermita de Larraitz, son complementarias y contornean la cara norte del Txindoki para juntarse en el collado Egurral. Desde aquí un último, pero exigente repecho por la cara sur conduce a la cumbre. Nosotros vamos a subir por el oeste para bajar por el este.
El camino parte del amplio aparcamiento que hay tras los últimos caseríos de Larraitz, situados sobre las localidades de Gaintza y Abaltzisketa. Este lugar, salpicado de verdes praderas y caseríos, ofrece una de las imágenes más bellas del Euskadi rural.
El sendero zigzaguea mientras sube la ladera de Zirigarate hasta alcanzar las majadas de Ziate y Beltzulegi, un conjunto de bordas de pastores que parecen aferrarse a la montaña. El lugar, cuyo intenso color verde contrasta con la roca caliza de la cumbre del Txindoki, es un remanso de paz.
Poco después llegamos al collado Egurral, nexo de unión entre el Txindoki y el macizo de Aralar. Ante nosotros se extienden vastas praderas de las que emergen alomadas cimas entre las que destacan el Ganbo y el Pardarri, próximos al límite provincial con Navarra.
Una empinada ladera nos separa de la cima. El camino, que busca el paso directo, asciende zigzagueando entre rocas y en algunos puntos es necesario ayudarse de las manos para progresar. Remontamos cerca de doscientos metros de desnivel y llegamos a un pequeño hombro próximo a la cima. Solo nos queda recorrer una sencilla cresta hasta su punto más elevado.
Lo primero que hacemos es disfrutar de la panorámica que incluye el Aralar navarro con sus Malloas -praderas colgadas sobre los valle de Araiz y el circo de Aralar-; al oeste las crestas del Aizkorri, la peña Udalaitz, el valle del río Oria y la comarca del Goierri. También vemos, aunque algo más alejados, Aiako Harria y el Mendaur, este último monte situado en Navarra lo conocí gracias a mi primo Eloy que también hoy me acompaña.
Tras un merecido almuerzo, que en el caso de Antxon, Ibai y Siso incluye unas cigalas que sobraron de la comida de Navidad y que llama poderosamente mi atención, emprendemos el camino de vuelta.
Primero bajamos al collado de Egurral por donde hemos subido. Luego continuamos dirección este por una campa verde que inicialmente no tiene senda definida. Fijamos la vista en una vaguada algo más abajo donde se ve la continuidad del camino y allí nos dirigimos.
Descendemos por el barranco hasta llegar a la cascada de Muitze, donde apenas cae un hilillo de agua. Este es uno de los lugares más atractivos de la ruta, no obstante, cruzar por aquí en caso de climatología adversa tiene que ser muy delicado cuando no imposible.
El sendero se complica por momentos ya que las piedras están cubiertas de humedad y es fácil resbalar, así que caminamos despacio y prestando atención.
Tras atravesar un bosque abandonamos la senda para cruzar los prados de Urtzabal, luego salimos a la pista por la que ya caminamos a primera hora de la mañana y poco después llegamos al parking donde concluye la ruta.
Subir al Larrunarri o Txindoki ha resultado una actividad bonita y agradable. He disfrutado mucho del recorrido, siendo la vertiente este la que me ha parecido más atractiva, en especial el circo de Muitze. La Sierra de Aralar ofrece muchas posibilidades al senderista y montañero, así que espero tener la oportunidad de volver para conocerla más a fondo.
Galería de fotos
Mapa de la ruta
Resumen de la actividad
Entorno y medio | |
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Comarca del Goierri | |
Sierra de Aralar | |
Espacio natural protegido | |
Cielo despejado. Sin viento | |
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