Magnífico recorrido circular en el Parque Nacional de Cabañeros que asciende al Rocigalgo (1.449 m) y baja por la ruta de la Chorrera Chica y el Chorro de los Navalucillos. Las excelentes vistas desde la cima son un buen motivo para subir, pero lo es aún más la propia ruta, que recorre uno de los parajes más espectaculares y valiosos de los Montes de Toledo, tanto por robledales que pintan de otoño sus laderas, como por las curiosas formas geológicas.
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Estoy de viaje por el centro peninsular con objeto de descubrir algunos de sus rincones, y en una primera etapa me detengo en Cabañeros, el menos visitado de nuestros Parques Nacionales.
Parque Nacional de Cabañeros
El Parque Nacional de Cabañeros es uno de los 16 espacios naturales españoles que cuenta con la máxima figura de protección ambiental existente. La recibió en 1995 fruto de la reivindicación popular para evitar que se convirtiera en un campo de tiro militar, y con el objetivo de preservar una muestra única y singular de monte mediterráneo.
Se encuentra en los Montes de Toledo, entre las provincias de Ciudad Real y Toledo. Limita al este con el río Bullaque y al oeste con el Estena -ambos afluentes del Guadiana-, y abarca los macizos de El Chorito y Rocigalgo.
Debe su nombre a las chozas utilizadas tradicionalmente por pastores y carboneros como refugio temporal de sus labores en el campo, unas cabañas de forma cónica que se techaban utilizando vegetación del entorno.
Las rañas, llanuras adehesadas a pie de monte desprovistas de vegetación y salpicadas de encinas y alcornoques, son la imagen más típica de Cabañeros. Por sus dimensiones, morfología y facilidad para observar fauna se las ha llamado el Serengueti español.
Las sierras, donde el bosque mediterráneo alcanza su máxima diversidad, culminan a 1.449 metros de altura en El Cerro del Rocigalgo, Corocho de Rocigalgo o simplemente Rocigalgo, el punto más elevado de la provincia de Toledo, pico y entorno que me dispongo a conocer.
En realidad llegué ayer a mediodía y aproveché la tarde para realizar la senda de la Torre de Abraham y la senda botánica de Casa Palillos, ambas muy cortas pero interesantes. También disfruté de una ruta guiada en 4×4 por la Raña de Cabañeros en la que además de ciervos en plena berrea, vi buitres negros, leonados, cernícalos, una liebre e incluso un alacrán. Todo ello bajo un otoñal temporal de viento y lluvia.
Hoy, al menos en el valle, ha amanecido despejado. Las montañas siguen cubiertas de nubes.
Subida al macizo del Rocigalgo
Desde Los Navalucillos, donde he pasado la noche, tomo la carretera CM-4155 dirección Robledo del Buey. Tras 10 kilómetros me desvío por una pista de tierra que sale a mano izquierda y baja hasta el río. Lo cruzo por un puente y giro a mano izquierda. Cinco minutos después llegó a una caseta de madera y un pequeño aparcamiento donde da comienzo la ruta.
Antes de empezar me dirijo a la caseta para recabar información, ya que ayer en Casa Palillos me dijeron que el camino estaba impracticable debido a la caída de algunos árboles a causa del temporal. Además de confirmar que la ruta ya está abierta, me recomiendan el sentido en que debo realizarla (se trata de una ruta circular) y anotan mis datos para el control de visitantes.
Junto a la caseta de información salen dos pistas, una a su derecha por la que regresaré, y otra un poco más abajo a la izquierda que es por donde comienzo a caminar.
La primera parte de la ruta, prácticamente hasta el cordal de la sierra, discurre por una pista forestal acondicionada. Es cómoda -e incluso en los lugares con mayor pendiente han colocado un enlosado de piedras para evitar la erosión del terreno- pero tiene algunos repechos exigentes.
Tras cruzar el arroyo del Chorro, comienzo una larga subida de casi 6 kilómetros en la que las curvas de herradura se suceden. La senda está salpicada de carteles informativos sobre distintos aspectos de Cabañeros (usos tradicionales, mariposas, líquenes, aves…). Conforme gano altura el encinar deja paso al rebollar o bosque de roble melojo (quercus pyrenaica) que coloniza las laderas de la Sierra Fría.
Veo, en muchos ejemplares de roble, unas estructuras vegetales redondas del tamaño de una nuez. Me llaman la atención porque ayer el guía de la ruta en 4×4 nos las mostró y nos contó de qué se trata. Son las agallas, producidas como respuesta del árbol al ataque de insectos. Estos depositan sus huevos en las hojas, y para defenderse, el árbol produce en torno a la larva una cubierta vegetal, que a su vez, le proporciona alimento y protege. Cuando el nuevo insecto sale, practica un agujero que es, a pesar de su pequeño tamaño, perfectamente visible.
Conforme me aproximo a lo alto de la sierra las vistas se abren a los montes circundantes y paredes de cuarcita, que se elevan hasta afiladas crestas, aparecen junto al camino.
Llego a lo alto del cordal y desciendo hasta el Collado Frío donde comienza una montaña rusa de subidas y bajadas que se prolonga durante casi 5 kilómetros, a partir de aquí por senda.
Dejo a un lado un robledal de altura cuyos ejemplares han perdido casi todas sus hojas, y emprendo el último repecho en un entorno de monte bajo donde las jaras son protagonistas. Finalmente llego a la cumbre del Rocigalgo a 1.449 m de altura, situada en una loma sin pendiente.
La amplia cumbre del Rocigalgo, tiene junto al vértice geodésico una estación meteorológica y un amplio mirador de madera que, por lo que he leído, tiene unas espléndidas vistas y en días claros alcanzan hasta la Sierra de Gredos. Hoy la niebla lo cubre todo y sólo durante unos segundos, cuando las nubes abren, veo la raña en la parte baja del Parque Nacional de Cabañeros.
En el mirador aprovecho para comer e hidratarme, un respiro necesario porque hasta aquí he subido, prácticamente y más allá de las fotos de rigor, sin parar.
Bajada por la senda del Chorro de los Navalucillos
Emprendo la bajada por la senda del Chorro, primero entre monte bajo dominado por jaras y brezos, y al llegar a un poste vertical con indicaciones, por un denso bosque de roble melojo. Es una zona sorprendentemente húmeda -con rocas y árboles cubiertos de musgo- más propia de la España atlántica que del centro peninsular, de hecho, por momentos me recuerda a la ruta Sunbilla – Mendaur en pleno pirineo navarro, que recorrí junto a mi primo hace ya unos años.
Me adentro en el valle por una estrecha senda que sigue el curso del arroyo del Chorro. El robledal deja paso a un bosque típicamente mediterráneo con gran variedad de especies vegetales entre las que predomina la encina, acompañada de alcornoques, quejigos y robles.
No tardo en llegar al desvío de la Chorrera Chica que tomó a mano izquierda. Cinco minutos después y tras cruzar el río, que tal y como ya me habían avisado en la caseta de información lleva mucha agua, llego a en un paraje salvaje, abrupto y encajonado frente a la Chorrera Chica.
Vuelvo sobre mis pasos al sendero principal. El siguiente punto de interés es un tramo conocido como Las Cornisas, un paso natural sobre rocas de cuarcita donde se ha instalado una cadena a modo de pasamanos para proporcionar mayor seguridad, aunque el paso no tiene dificultad.
Más abajo llego a otra bifurcación también a la izquierda que se dirige a la cascada del Chorro de Los Navalucillos. Sigo el sendero que atraviesa un bonito rebollar y pasa junto a un sestil o abrigo de pastor -antiguo refugio semi natural formado por rocas que utilizaban los cabreros para protegerse del calor y la intemperie- antes de llegar al salto de agua. Una pasarela de madera me conduce hasta el mirador de la cascada del Chorro, una espectacular y ensordecedora caída de agua de 18 metros en un estrecho y húmedo rincón rocoso que alberga gran diversidad de vegetación rupícola y algunas variedades de helechos. Tras contemplar el Chorro regreso a la bifurcación y continuo mi camino monte abajo por la senda principal.
Pierdo altura hasta llegar a una pequeña explanada junto al río. La senda da paso a una cómoda pista de tierra junto a un bosque de ribera bien conservado con especies como fresnos, sauces, arces, castaños y alguna joya natural de vegetación atlántica como el tejo.
Tras cruzar un puente sobre el río emprendo el último tramo de ruta rodeado de una buena representación de bosque mediterráneo, con jaras en el sotobosque y encina en el estrato arbóreo como especies dominantes.
Finalmente llego a la caseta de información donde finaliza esta ruta que destaca por la variedad de ambientes. He recorrido solanas y umbrías, y visto pedrizas, piedemonte, riberas, turberas y paredones. Pero lo más importante es que he disfrutado un montón por dos motivos: El primero, por la propia ruta que es original, variada y con rincones de ensueño. El segundo porque es la primera ruta larga, exigente y con desnivel que realizo desde que hace 15 meses me lesionara, y mi tobillo ha respondido muy bien.
Una ruta de media montaña en el Parque Nacional de Cabañeros sencilla pero exigente y 100% recomendable.
Galería de fotos
Mapa de la ruta
Resumen de la actividad
Entorno y medio | |
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Montes de Toledo | |
Parque Nacional de Cabañeros | |
Espacio natural protegido | |
Despejado en el valle. Cubierto en la montaña | |
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