La sierra de Segaria, una de las últimas estribaciones béticas antes de que la cordillera se sumerja en el Mediterráneo, se alza como un modesto guardián entre el valle del río Girona y la marjal de Pego-Oliva. A pesar de su escasa altitud -apenas 508 metros-, domina la llanura costera de la Marina Alta, regalando vistas excepcionales de su entorno. Recorrer el perfil afilado de su cresta, una actividad reservada a montañeros, tiene un inesperado toque alpino, poco habitual en una sierra ni alta ni remota.
La cresta de Segaria lleva años en mi lista de pendientes, pero encontrar compañía no ha sido fácil. Es una ruta en tierra de nadie: los escaladores fruncen el ceño ante la perspectiva de largas caminatas y escaso componente vertical; los senderistas la descartan por ser demasiado técnica; y los montañeros… bueno, no todos dominan las maniobras con cuerda que exige la actividad, y además -seamos sinceros- no es exactamente una ascensión que deje huella en el currículum alpino. Quizás por eso me atrae tanto: es una aventura que obliga a renunciar a etiquetas y simplemente disfrutar de la montaña en estado puro.

Al final ha sido mi amigo Óscar -el mismo con quien el pasado septiembre recorrí la mucho más seria cresta de Maupas en Pirineos– quien se ha animado a acompañarme. Aunque, eso sí, al bajar me ha dicho que no repite. Pero a mí estas actividades híbridas, donde se mezclan largas caminatas con trepadas técnicas, son las que más me gustan. Tanto que, mientras escribo estas líneas, ya me pica el gusanillo de volver a recorrer sus aristas.
Cresta de Segaria
La ruta comienza en el parking del área recreativa Parque de Segaria, al que llegamos por el Camí dels Vinyals, que parte de la carretera CV-729, entre las localidades de El Verger y Beniarbeig.
El punto de partida, bien señalizado y con espacio suficiente para varios vehículos, ofrece las primeras vistas de la cresta que pronto recorreremos.
Aproximación a la cresta
Siguiendo las marcas blancas y amarillas del PR-CV 415 nos dirigimos al Morro de les Coves. Tras dejar atrás la cantera, el sendero gira a la izquierda, ascendiendo en diagonal por la ladera de la montaña. Al llegar a la base de la pared encontramos una pequeña escuela de escalada. Nos detenemos un momento imaginando movimientos, pero hoy nuestro objetivo está en la cresta, así que continuamos monte arriba.

Caminamos sin prisa, disfrutando del paisaje, y cuando llegamos al Morro de les Coves, hacemos otra parada para adentrarnos en la cueva y echar un vistazo rápido. El interior, fresco y oscuro, nos recibe con sus caprichosas formas producto de la erosión. Sacamos algunas fotos, jugamos con las sombras, pero la luz del exterior nos llama de vuelta al sendero, que ahora serpentea hacia la cara opuesta de la montaña.

Cresta de Segaria
Al cambiar de vertiente, tomamos un desvío a la izquierda que poco a poco se difumina y avanzamos en diagonal por pura intuición. Entre palmitos y bloques de caliza (III), ganamos altura hasta una repisa ancha junto a una pared vertical. Este balcón natural conduce al primer paso clave de la cresta: una travesía horizontal (IV+) protegida con un clavo y un puente de roca.

Preparamos cuerda y arneses, nos aseguramos, y buscando la adherencia en la caliza pulida lo franqueamos. Superado el paso, la travesía pierde dificultad y poco después encontramos una reunión -inesperadamente generosa para lo justo de la protección anterior- equipada con dos parabolt y cadena.

Nos encontramos en la base de la cresta a la que desde aquí, subimos de forma directa. Tras escalar un largo de cuerda con un par de pasos de IV, guardamos el material para progresar más rápido. En poco tiempo alcanzamos un rápel de 10 metros, equipado con dos parabolt y anilla de descuelgue.

En su base nace un muro y nos asalta una duda: ¿ataque directo por la cresta o flanqueo por la izquierda? Siguiendo el criterio de Santiago de Apatita (puedes leer aquí su reseña), optamos por la izquierda. Este tramo hasta la cumbre secundaria de la sierra, la Creueta del Verger, es una gozada: trepadas fluidas en roca excelente, con algún paso aislado de IV.

Cuando llegamos a la Creueta, Óscar, movido por la curiosidad, vuelve sobre sus pasos por el filo para explorar el muro que antes descartamos. Siguiendo el cordal, llega hasta donde termina el paño de roca que arranca en el rápel. Al volver me dice: “Por ahí se puede”. Ya en casa, al hojear el libro 23 Crestas y Aristas de la Comunidad Valenciana, confirmo lo que Óscar ha visto: esa línea directa que evitamos, es un largo de 25 metros con un paso vertical (V). Aunque la alternativa por la izquierda me ha gustado mucho, este es un buen motivo para volver.

El tramo que acabamos de recorrer, desde la travesía horizontal hasta aquí, es el que más continuidad en lo que a pasos de escalada se refiere, tiene. A partir de aquí la progresión es mayormente caminando, con alguna trepada aislada de vez en cuando.
Seguimos por lo alto del cordal, ahora más ancho. Tras un rato alcanzamos la Portella Ampla (o Portell d’Ondara), uno de los dos collados que cruzan la sierra de una a otra vertiente. Desde aquí es posible regresar al coche, pero seguimos adelante y veinte minutos después llegamos al punto culminante de la sierra: los 506 metros del vértice geodésico.

Hacemos una breve pausa para reponer fuerzas -agua, frutos secos- antes de continuar. Seguimos caminando entre rocas y vegetación hasta toparnos con un cortado profundo y vertical que impide el paso: es el Portell de Beniarbeig. Retrocedemos unos metros y encontramos, en la cara norte, una brecha desde donde se puede hacer un rápel corto o destrepar con cuidado. Optamos por destrepar.
Una vez en el collado, vemos que desde aquí también se puede cruzar la sierra transversalmente. Nos surgen dudas: ¿volver por este camino, seguir por la cresta o continuar por el sendero de la vertiente norte? Al final, nos decidimos por esta última opción porque Óscar quiere ver una escuela de escalada que hay junto al camino, con unas veinte vías de entre IV y 6c+.

Así pues, seguimos el sendero hacia la escuela de escalada. Mientras Óscar se acerca a verla, yo me desvío un momento a la Font de Català para reponer agua antes de reunirme de nuevo con él en el collado donde se encuentra el castillo de Segaria. Este tramo del camino -que recorre la umbría de la sierra e incluye el acceso a la fuente- es otro de los que más disfruto de la jornada.
Retorno
Para regresar al punto de partida basta con seguir la ruta balizada que circunvala la sierra. Las marcas blancas y amarillas del PR nos guían sin pérdida hasta el coche. Primero caminamos hacia las antenas; después bajamos por una pista de hormigón que pronto abandonamos por un sendero a la izquierda, el cual nos lleva al Coll del Pas de Benimeli.

Allí, siguiendo las indicaciones del PR, giramos a la izquierda: primero por pista, luego por sendero y finalmente por un tramo singular que discurre por el interior de una antigua acequia hasta llegar al área recreativa, donde termina la ruta.
Conclusión
La cresta de Segaria es una de esas rutas que tanto me gustan por su variedad: combina senderismo con trepadas y pasos aéreos, en un entorno mediterráneo de vistas excepcionales. Aunque modesta en altitud, tiene el punto justo de compromiso que busca cualquier montañero. Es una opción perfecta para quienes quieren realizar un buen recorrido de montaña sin necesidad de irse muy lejos. Sin duda, volveré para explorar su variante directa (V) y el tramo final que esta vez ha quedado pendiente.
Galería de fotos




























Mapa de la ruta
Resumen de la actividad
Entorno y medio | |
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Marina Alta | |
Sierra de Segaria | |
Cielo despejado y sin viento | |
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